Enrique
Llopis ha compuesto canciones junto a:
Rafael Alberti
Hamlet Lima
Quintana
Armando
Tejada Gómez
Elvio Romero
Teresa Parodi
Rafael Ielpi
Juan Carlos
Muñíz
Cristina Fabiano
Jorge Boccanera
En Argentina,
a la que nunca imaginé que volvería después de mi largo exilio,
estuve el año pasado dando unos recitales durante los que comprobé,
siempre me asombro de estas cosas, el cariño y el intenso recuerdo
de mi estancia allí, muy difícil de reflejar en estas páginas sin
que pueda parecer vanidad de un poeta nostálgico. Pero mi visita
dejó honda huella en la vida cultural de Buenos Aires, y eso me
estimula de nuevo a subir a un avión, como un marinero en el aire, y
volver a abrazar a tantos amigos que aún tengo por allí con la
huella del tiempo en el alma.
Me anima a
hacer este nuevo viaje la grabación de un disco, El viento que
viene y va, que he realizado con Enrique Llopis, cantante
argentino de una sorprendente sensibilidad, que ha puesto una
bellísima música a varios poemas de mi libro Baladas y Canciones
del Paraná, que yo escribí durante mi vida argentina:
Hoy el Paraná respira
con aliento de azahares.
Con el azahar me voy
No me detengáis.
El inmenso
río que da título al libro, sus barrancas verdes, los caballos que
parecían bordar el campo, el bañado, las iguanas, la quinta del
Mayor Loco, don Amarillo ladrando, los paisajes que me rodeaban...
Todo ello, junto a la inmensa añoranza de España que me inundaba,
dan vida a unos versos de una asombrosa sencillez que hoy, al
escucharlos musicados parecen adquirir su auténtica significación.
Buenos Aires,
Rosario, Córdoba, me esperan nuevamente, esta vez creo que sí será
la última, y yo acudo a aquellas tierras con la misma fuerza que
antes. Mientras espero reencontrarme con aquel olor de azahares,
esta noche otoñal gaditana voy a dejar mi ventana abierta, por ver
si el aire me trae hasta mí un largo y profundo olor a albahaca.
Rafael
Alberti
La arboleda perdida
Cuando se va
quien se quiere
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
Cuando se va
quien se quiere,
el campo se torna oscuro.
No se ve nada, aunque mires,
aunque sepas
que todo está iluminado,
y sepas que las naranjas
siguen de oro, que el río
sigue corriendo de plata,
que sigue el caballo blanco
siendo blanco,
y negro el cordero negro
y verde el verde del árbol.
Cuando se va
quien se quiere,
el campo se torna oscuro
y andas a ciegas, buscando.
Por el aire
los caballos
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
En horizontes
tan largos,
me soplan los aires cortos,
los aires de pies ligeros,
los aires finos,
de pies quebrados.
Vuelvan a mí,
siempre ágiles,
veloces, tenues, livianos.
Nada pesa suspendido.
Vuela el árbol.
El bañado está en el aire,
por el aire los caballos.
El río pende del cielo.
Y todo el campo.
El hombre, un
pájaro apenas.
Y la mujer, un vilano.
(Apenas casi un vilano.)
Para cantar
lo que el aire
lleva sin casi llevarlo,
volved a mí, finos aires,
los aires cortos, ligeros,
de pies quebrados.
Si yo
estuviera cansado
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
Si yo
estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿que no haría por perderme
por tus islas?
Sé de las
islas del mar,
pero no sé de tus islas.
Las tuyas tienen caballos,
niñas azules las mías.
Dame un
caballito overo
por una niña.
Si yo
estuviera cansado,
río, tú me lo darías,
sé que tú me lo darías.
La
eternidad bien pudiera
ser un río solamente,
ser un caballo olvidado
y el zureo
de una paloma perdida.
En cuanto
el hombre se aleja
de los hombres, viene el viento
que ya le dice otras cosas,
abriéndole los oídos
y los ojos a otras cosas.
Hoy me
alejé de los hombres,
y solo, en esta barranca,
me puse a mirar el río
y vi tan sólo un caballo
y escuché tan solamente
el zureo
de una paloma perdida.
Y el
viento se acercó entonces,
como quien va de pasada,
y me dijo:
La eternidad bien pudiera
ser un río solamente,
ser un caballo olvidado
y el zureo
de una paloma perdida.
Si yo
estuviera cansado,
río, tú me lo darías,
sé que tú me lo darías.
Si yo estuviera cansado,
río grande, de la vida,
¿que no haría por perderme
por tus islas?
Por el claro
de mis ojos
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
Os llevaré
retratados
en mis ojos.
En el claro de mis ojos.
Los mirarán
cuando llegue,
y algunos dirán:
- Hay ríos
y caballos en tus ojos.
El alma de
otros paisajes
se me ha quedado dormida
en los ojos.
¿No oís? ¡Que
lejanas aguas
y que perdidos caballos
pasan, lentos, por mis ojos!
Por el claro
de mis ojos.
Balada del
andaluz perdido
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
Perdido está
el andaluz del otro lado del río.
¿río tu que lo conoces quien es y porque se vino?
Vería los
olivares cerca tal vez de otro río.
¿ río tu que lo conoces que hace sólo junto al río?
Vería el odio
la guerra cerca tal vez de otro río.
¿río tu que lo conoces que hace siempre junto al río?
Veo su rancho
de adobe del otro lado del río.
No veo los olivares del otro lado del río.
Solo caballos, caballos, caballos solos, perdidos
Soledad de un
andaluz del otro lado del río.
¿qué hará sólo este andaluz?
El viento que
viene y va
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
¡Bañado del
Paraná!
Desde un balcón mira un hombre
el viento que viene y va.
Ve las
barrancas movidas
del viento que viene y va.
Los caballos,
como piedras
del viento que viene y va.
Los pastos,
como mar verde
del viento que viene y va.
El río, como
ancha cola
del viento que viene y va.
Los barcos,
como caminos
del viento que viene y va.
El hombre,
como la sombra
del viento que viene y va.
El cielo,
como morada
del viento que viene y va.
Ve lo que
mira y mirando
ve sólo su soledad.
Pedro Salinas
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
¡Qué dolor
que te hayas ido,
sin haberte visto más,
como yo hubiera querido!
Amigo.
Antonio se
fue. Y se fueron
también Miguel y Federico.
Con ellos tú también ahora.
Amigo.
Siéntate al
pie de estos naranjos,
junto a estas barrancas y ríos.
Dichosa sube la mañana.
Pero qué lejos, amigo.
Te escucho,
alegre, en tus balcones.
Por las calles, alegre, te sigo.
Tu voz me canta como en sueño.
Pero, amigo, qué lejos, amigo.
Aquella
tierra con nosotros
no fue lo buena que quisimos.
Cuántas cosas en ella dejamos.
Cuánto le dimos, amigo.
Algún día nos
tendrá juntos
aquella pobre tierra, unidos.
Mientras, al pie de estos naranjos,
junto a estas barrancas y ríos,
descansa a mi lado, amigo.
Dichosa sube
la mañana.
siéntate junto a mí, buen amigo.
Pienso en ti
(para Antonio
Machado)
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
Con cuánta
melancolía
pienso en ti. Tú hubieras visto
lo que yo miro esta tarde.
Cosas naturales, cosas
tan buenas, puras y santas,
que sólo pueden mirarse
con lágrimas en los ojos.
Un río que no se mueve,
pero que nos da la mano,
susurrando nuestro nombre.
Un caballo que levanta,
al vernos pasar, la frente,
queriéndonos decir algo.
Un perro fiel que nos prueba
su amor y su mansedumbre,
durmiéndose a nuestras plantas.
Un árbol que nos ofrece
su sombra como el amigo
Que nos ofrece
su sombra como el amigo
que nos entrega su casa.
Y una pradera encendida
que llega hasta el horizonte,
tendiendo pastos tranquilos
en el cielo...
La soledad en
la siesta
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
La soledad en
la siesta,
te quiero decir, parece
una muchacha encendida,
una alta hoguera.
Los pechos,
grandes, quemados,
y los cabellos, ardidos,
al cielo, altos.
Es la siesta.
La soledad en la siesta.
Vientre levantado al sol,
brazos tendidos y piernas.
Quiero decirte: muchacha
dormida, plena.
Fuego en el aire, y abajo,
la tierra.
Más que abrasada la tierra.
Es la siesta.
La soledad en la siesta.
Hoy quiero
soñarte, río
Letra: Rafael
Alberti
Música: Enrique Llopis
Aquí se
está quieto, pero
el mundo sigue girando.
Aquí se mueven los pájaros,
pero están quietos.
Y el mundo sigue girando.
Yo estoy quieto, pero el mundo
dentro de mí está girando.
¿Qué saben estos caballos,
estas dulces campanillas,
estos perros y este largo
sollozo de la paloma?
¿Qué el hombre que va en el aire
galopando?
Se mueven pero están quietos.
...Y el mundo sigue girando.
Hoy quiero
soñarte, río,
más pequeño.
Igual que el Guadalquivir,
o más chico como el Duero.
Y todavía más chico,
más pequeño.
Lo mismo que el Guadalete
de mi pueblo.
Sol de
ésta tierra, yo llevo,
de otra tierra, un sol adentro.
Aquí está el tuyo, aquí el mío,
frente a frente, pero idénticos.
Me hace arder el tuyo,
el mío me hace siempre estar ardiendo.
Dos soles me están quemando.
Ya soy un toro de fuego
Río que sueña
en ser mar,
debe ser mar si es su sueño,
déjame así que hoy te sueñe más pequeño.
Cielo del
amor
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
No puedo
andar con la tristeza
armonizada en una flor
porque la vida no me pesa, ni el amor.
No puedo andar con el olvido
en las espaldas bajo el sol
porque tu sangre va conmigo
y en los hijos renació.
Si quiero regresar sé donde puedo ir,
si canto una canción voy adelante,
si quiero recordar soy una historia,
la completa libertad de la memoria.
Por eso al fin voy a tu lado
con la ternura y el dolor,
y entre la sangre que he llorado
traigo el cielo del amor.
Y a veces
bajo el sol me pongo a recordar
que tengo el corazón con algo ausente,
los rostros que perdí sangran la historia
y transitan en la luz de mi memoria.
Como la
urgente mariposa
inunda el aire de color
vengo a bailar sobre una rosa
y a vivir junto a vos.
No veo el
cielo madre
solo un pañuelo blanco,
No sé si aquella noche yo te estaba pensando
o si un perfil de sombras me acunaba en sus brazos
pero entre en otra historia con el cielo cambiado
No quiero que me llores mírame en tu costado
mi sangre esta en la sangre de un pueblo castigado
mi voz esta en las voces de los iluminados
que caminan contigo por la ronda de mayo.
No quiero que me llores
ahora que te hablo
mi corazón te crece cuando extiendes las manos
y acaricias las cosas que siempre hemos amado:
la libertad y el alma en todos los hermanos.
No sé si aquella noche yo amanecí llorando
o si alguna paloma se me murió de espanto
solo sé que la vida que me esperaba tanto
es el cielo que crece por tu pañuelo blanco.
Por eso al
fin voy a tu lado
con la ternura y el dolor
y entre la sangre que he llorado
traigo el cielo del amor.
Cantando un
sueño
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
A veces me
pregunto si estoy herido,
por algo que me duele o me ha dolido
y si algo se me pierde o esta perdido
en cosas que estoy siendo o en las que he sido.
Y entonces me respondo que las heridas
son condecoraciones muy escondidas
y si he perdido cosas en la partida
estoy sumando historias para la vida.
Por eso
empiezo el día
cantando un sueño,
la luz de la alegría
no tiene dueño.
A veces me
pregunto si me olvidado,
de todos los olvidos que me han dejado
y si ha quedado el árbol muy desgajado,
con pájaros de arena y amor gastado.
Y entonces me respondo que los olvidos
son faros que en la sangre llevo encendidos
y el árbol generoso no esta perdido
le brotan los gorriones que siempre han sido.
Teoría de tu
cuerpo
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
A veces
cuando el cielo se oscurece
tu cuerpo va creciendo por el alba,
y levantas el sol que me amanece
y me bañas el cuerpo como el agua.
A veces te descubro entre la luna
o sueño con tus manos por las plantas
y me quedo pensando entre la bruma,
como un pájaro ardido entre tus llamas.
(Recitado:)
Vas levantando el sol para que yo lo beba
Verdeciendo lo verde
y extendida en el agua de los ríos,
entonces voy entrando en la mitad del cauce
como quien va ingresando a su bautismo.
A veces en el
oro de tu vientre
te crecen margaritas y violetas,
y la gloria de verme para siempre
tan humilde en la flor de tu belleza.
Tu cuerpo tiene nidos en las ramas
y tiene un corazón que siempre enciende,
las luciérnagas simples que me llaman
para hacerme entender que me comprende.
Tus
luciérnagas simples, me reclaman.
Horizonte
entre las alas
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Por que razón
no pudo despegarse
de aquel sitio que amó,
si él tenía las alas para el vuelo,
las urgencias de la imaginación.
Por que razón no pudo andar al viento
si el viento creció, cuando todos los vientos de la vida,
le pintaron la rosa del amor.
Por que razón
jamás cambió su modo
de cantar la canción,
de engendrarles los hijos a su tierra,
de parir la palabra con dolor.
Por que razón ponía la distancia
sin cambiar de color,
se llevaba los rostros de su sangre,
la alegría, el combate, la ilusión.
Pero al fin
con estar en su lugar,
en su horizonte,
viajaba al sol, volaba por adentro
con las alas de miel,
y era más pasajero sin distancia,
golondrina y paloma de papel.
De azul y de
amor
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Su corazón
resucitó cuando la vio con tanto cielo.
Ella volvió a sonreír cuando la luz abrió su vuelo.
Él le regaló una flor celeste,
ella le dio un sol de miel y un mundo azul jugó al amor.
Ella puso al
sol nidos de ternura
y le regaló una primavera,
él recibió un corazón
y un mundo azul jugó al amor.
Él le dio un
papel con palomas de aire,
ella un farol de luna y mar
y un mundo azul jugó al amor
y recibió un corazón
y un mundo azul jugó al amor.
Canción para
Ernesto
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Él camina por
las calles como un viento cotidiano,
cada pueblo es un hermano que lo espera jubiloso
para estrechar el hermoso corazón que hay en su mano.
Cada pueblo y
cada casa, cada sabio con su ciencia,
cada hombre y su conciencia, cada pájaro en su nido,
cada muerto sin olvido, testifican su presencia.
Él camina por
las calles con un salmo libertario,
partió un día de Rosario su lugar de nacimiento
y está cantando en el viento como un grito milenario.
La rosa de
sal
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Yo soy como
un fruto de carne y color
amor de la tierra, el viento y el sol,
yo soy una luz, una nueva canción
que va cada día creciendo en la voz.
Digo que soy
una canción,
digo que soy una canción.
La voz de los
pueblos venciendo al dolor
empuja a esta tierra a parir una flor,
la rosa de sal, una luna de paz,
la sangre fecunda germina en su voz.
Llegué
dolorido a la piedra del sur,
pisé por los pastos el viento de ayer,
yo soy la canción que no puede morir,
renazco en el tiempo milagro del pan.
Digo que soy
una canción,
digo que soy una canción.
Yo voy cada
noche buscando la fe,
antiguos abuelos dibujan mi piel,
banderas de sal y el color de la miel,
yo soy todo un pueblo y me pongo a cantar.
El alimento
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Siento, que
cada día he renacido,
tengo historia, soy memoria por vivir, por morir.
Digo, que cada madrugada
hago el balance,
por si acaso, en mi ocaso,
se me da por partir.
Pero dispongo
al fuego el corazón,
un alimento,
y lo sazono con la sal de la vida.
Salgo por esas calles con pasión
y en cada esquina pienso en mis hijos
y en el cielo me pongo a vivir.
Siento que
cada golpe no me ha vencido,
Hago un manto, con mi llanto,
por que soy, por que voy.
Digo que en todo lo que he amado
algo he dejado,
por si acaso, en mi ocaso se me da por partir.
El antiguo
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Dice el
viento simple de Punilla cuanto fui,
sombra de mis padres, larga ausencia y humildad,
como les diré que yo ya estaba por aquí,
cuando me inventaron la región.
Dice el viento ardido desde el norte que me fui,
sangre en las colinas, palomita y soledad,
como les diré que yo he quedado por aquí,
repetido en simple y en amor.
Yo regreso siempre trabajando bajo el sol,
digo que yo estaba y aún estoy,
pájaro de luces y el maíz de redención,
por que yo ya estaba por aquí.
Yo soy en la
altura un puno vivo de verdad,
yo soy de Punilla gente antigua y humildad,
viajo por los ríos y no tengo más que dar,
por que hasta mi vida ya la di.
Crece el tintitaco seco y duro como yo,
y en la altura el molle que amanece sin piedad,
el aguaribay con palomitas de ilusión,
nadie puede darme más razón.
Yo regreso siempre trabajando bajo el sol,
digo que yo estaba y aún estoy,
pájaro de luces y el maíz de redención,
por que yo ya estaba por aquí.
¡Cómo les diré que viejo soy!
Para otro
cielo
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
En todo el
continente va amaneciendo
Como una flor doliente que esta creciendo.
Dolido por la vida, muy castigado,
cantando por la herida, resucitado.
La tierra es cosa nuestra
no de prestado,
su corazón se muestra atormentado.
Pero eso se termina en este suelo:
América Latina tiene otro cielo.
La rosa de
los vientos, las tempestades
hirieron sentimientos y las edades.
La vida fue primero gestando un grito,
el árbol crece entero desde chiquito.
En todo el
continente generaciones
y en nuestra propia gente postergaciones.
Pero eso se termina en este suelo,
América latina tiene otro cielo.
Gente
necesaria
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Hay gente,
que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales,
que con solo sonreir entre los ojos
nos invita a viajar por otras zonas,
nos hace recorrer toda la magia.
Hay gente,
que con solo dar la mano rompe la soledad,
pone la mesa, sirve el puchero, coloca las guirnaldas.
Que con solo empuñar una guitarra
hace una sinfonía de entrecasa.
Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor,
inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después, como si nada.
Y uno se va
de novio con la vida
desterrando una muerte solitaria,
pues sabe, que a la vuelta de la esquina,
hay gente que es así, tan necesaria.
Canción para
Carlos Alonso
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Muchas
veces recuerdo Castro Urdiales,
esa breve bahía que en España
ponía verdes, amarillos,
rojos a porfía en las barcas pesqueras del Cantábrico.
Allí llegué una mañana
a la casa de Horacio Guarany
para encontrarme con Armando
y este Carlos Alonso del dibujo y el color alucinados.
Eso fue ya hace tiempo, por el 78...
Pero recuerdo dolorido
que Carlos hablaba de Paloma, su hija,
que integra esas listas de los que no regresan.
Entonces yo pensaba en esta tierra,
la gente de estos lares,
la sangre de mi sangre,
los amigos, el amor desmayado
a través del Atlántico
y me dolía el alma
que regresaba entre los vientos,
regresaba de mi angustia
a la angustia de estas calles,
las cartas con noticias, la música en la sangre
y lloraba,
les juro que lloraba.
He caminado
por la soledad
junto a la vida de un amigo.
El pecho justo nos creció a los dos
éramos fuente del abrigo.
Él y yo,
sol y luz
nos contábamos el tiempo que pasó.
Él me contaba
sombras de crueldad,
mientras lloraba con mi amigo.
El pecho justo se pobló de amor
de eso no sabe el enemigo.
Él y yo,
sol y luz
nos contábamos el tiempo que pasó.
Y todo un
pueblo nos miro pasar,
el pecho entero y dolorido.
Y todo un pueblo nos pobló de paz,
de eso no sabe el enemigo.
Él y yo,
sol y luz
nos contábamos el tiempo que pasó.
Cuidado que
están aquí
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Regresamos
después de las sombras inventando el país,
y queremos un cielo fecundo de paz
y la luz que nos traiga el amor.
Cuidado que
están aquí,
caminan por estas calles
y comienzan a reír,
se escudan en un rosal
y esperan entre las sombras
desterrar de aquí la paz.
El pueblo los condenó
pero ellos caminan libres,
como todos bajo el sol.
Cuidado que vienen ya
vestidos como inocentes
con la sombra del puñal.
El pueblo los
condenó,
la sangre de nuestros
y la luz que los parió,
nunca más los va a parir,
La historia no vuelve más,
la gente de nuestra tierra
va cantando libertad.
La Felicitas
Arnedo
(Zamba)
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
La Felicitas
Arnedo,
se deshace de tan suave,
ella no pisa en el suelo
va volando por el aire.
Lleva en los
ojos la vida,
le descubren todo el fuego,
luces que calman heridas
mariposas del incendio.
Su corazón de
muchacha,
ay Felicitas Arnedo,
es una fiesta que alumbra
mi corazón de recuerdos,
es una fiesta que alumbra
palomar de los silencios.
La tarde se
hace arena,
el mar es todo un espejo,
la vida pierde una pena,
deshojándose en su vuelo.
Ella creció
en el trabajo,
se descubre en el silencio,
trae una flor en la mano
y florece en el misterio.
Te cuento
como vivo en Tenerife
(Vals)
Letra: Hamlet
Lima Quintana
Música: Enrique Llopis
Todavía, a
pesar del tiempo,
España me circula por la sangre
descubriéndome perdidos continentes en el alma.
Recuerdo Bajamar, por Santa Cruz de Tenerife,
y aquel balcón que casi se metía en el mar
y me traía oceánicos recuerdos de mi país dolido,
que se me apretaba en el pecho como un niño con frío,
o aquel pinar en el camino al Teide,
donde en una tasca de buen vino y amigos oferentes
dejamos con Armando poemas escritos con sangre en las paredes.
¡Que hermosa estaba la retama en las laderas del volcán,
vistiendo despedidas en el bailadero de las brujas!
Y cuánto sufrimiento por la lejana tierra nuestra
y el alma que regresaba a cada rato
con un descubrimiento de las viejas raíces,
las voces españolas que olían a romero
y aquellos chicharreros como Eva, Fernando, Carlos, Elfidio
y muchos otros que con ternura nos lavaban la angustia...
Ahora, digo hoy que ha pasado el tiempo,
desde esos continentes que España me descubrió en el alma,
islas de la esperanza, no sé que fuerza saco,
que sostenes de pinos hacia arriba,
que volcanes de amor entre mi gente antigua
para reconstruir primero la paz, entre las ruinas.
La casa donde
vivo aquí
es el asombro azul,
el mar es la prisión del sol,
espejo de la luz.
Te digo que circunda paz
y yo te pienso aquí,
fundando un árbol de candor,
tú voz llegando a mí.
Subiendo por
el Teide
me quedé pensando que habitaba Dios allí,
la retama y yo, el pinar y vos,
el Valle de la Luna me abrumó con su color:
te cuento como vivo dolido sin vos.
La gente es
la ternura igual
que aquella que dejé,
tus ojos repitiendo amor,
espejo de la fe.
La tierra
donde piso aquí
me ayuda a caminar,
va floreciendo junto al mar,
el aire es todo azul.
La vida viene
Letra: Armando
Tejada Gómez
Música: Enrique Llopis
Viene de lejos
la vida
y a veces le cuesta saber donde va,
según que encuentre horizonte
será su destino llorar o cantar.
El horizonte es
un hombre
que pisa la tierra y navega en el mar,
pastor de duros oficios
él es la madera de la eternidad.
Por aquí, por
allá,
bajo el cielo me vas a encontrar,
junto al vino coral de los pueblos
en las madrugadas de la libertad.
Dónde estás, donde vas,
con tu vida a llorar o a cantar,
si te anduve buscando en mi canto,
por todos los cielos, la tierra y el mar.
Viene de cerca
la vida
y desde tus ojos se pone a mirar,
según que encuentres mis ojos
seremos un niño o la soledad.
La vida es una
muchacha
que espera en la tierra y mira hacia el mar,
con el hogar encendido, el vino despierto
y un trozo de pan.
Por aquí, por allá,
por la tierra tendrás que buscar
esa parte coral de tu sangre
que lucha contigo por la libertad.
Si tú estás y ella está
les va a ser imposible llorar,
que la vida se viene y la vida
no tiene otro oficio que amar y luchar.
Tonada de
Juan volviendo
Letra: Armando
Tejada Gómez
Música: Enrique Llopis
Toda ausencia
nos cobra nostalgia
y pena y apena recordar,
es la culpa que lleva el ausente,
ya sea en la tierra o en el mar,
el adiós es un dios de la legua,
que no deja de acosar.
El ausente va
herido a la ausencia
y herido de ausencia volverá,
no estará lo que estaba en su sitio
entrañablemente vecinal,
y el paisaje otoñal del exilio,
ya estará amarillo de esperar.
Uno sueña que
sueña las cosas
y las cosas ya no están,
digo gente, el amor y aquel árbol
que cayó a su sombra vegetal.
Es difícil
volver del pasado
al origen del amor,
si pagó con dolor las ausencias,
páguenle la ausencia sin dolor.
Bienvenido el ausente a su sitio,
páguenle la ausencia con amor.
Vendimia de
la cueca
Letra: Armando
Tejada Gómez
Música: Enrique Llopis
Me acuerdo
cuando cantaba,
con el Chinchullo Orellano,
y me le subía al dúo con una copa en la mano
entre ladridos de chocos y gallos desafinados.
La noche andaba descalza, como una diosa morada,
y por ser vendimiadora ni el rocío la tocaba.
Cueca de la
vendimia, comadre de la tonada,
con el pañuelo en el aire y el aire como una brasa.
Era un cogollo la vida brotando de las guitarras.
¡Cómo olvidar a Mendoza si yo sin ella soy nada!
Aquellos ojos
traviesos yo sé que me están mirando,
el uno como queriendo pero el otro recelando.
La vendimia de la cueca yo la aprendí cosechando,
la vida es como un racimo se goza gajo por gajo.
Canto al
Pehuén
Letra: Armando
Tejada Gómez
Música: Enrique Llopis
Crece al pie de
la piedra su tiempo verde,
padre del bosque, rama alta y boreal.
Está como al comienzo de las edades
y cuando el tiempo pase él estará.
Pehuén, no más,
al sur final.
Dios de los
araucanos y los mapuches,
señor de vasto cielo de soledad,
venga a nos tu altura donde el silencio,
amasa su misterio de sombra y paz.
Pehuén señor de
pan y paz.
Somos el sur del
mundo al sur,
el extremo del viento azul,
los lazos de la vida y la pura inmensidad.
Harina y pan el
sur no más,
Pehuén raíz de eternidad.
Somos el sur la
patria del horizonte,
el siglo demorado que ya vendrá,
más temprano que tarde en las alamedas,
por donde ira cantando la libertad,
así nomás la libertad.
Pehuén del alto
cielo,
mamá araucaria,
tu milenaria estirpe nos ve pasar.
Padre y madre del día y de la noche,
en donde la madera suele soñar, que cantará, que cantará.
Coplas del
amor viajero
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Una, dos, voy
deshojando mi flor
al nacer la aurora,
tres y cuatro y va pasando la imagen
que me enamora.
Palomita, mi
lucero,
por las noches cántame,
cántame como yo quiero
y mírame, y mírame.
En este caso el
cantar
es de plegaria y de ruego,
como la canción de un ciego
que canta por no llorar.
Si con ese
cuchillito
me abrieras el corazón,
verías con que emoción
llevo allí tu nombre escrito.
Palomita, mi
lucero,
por las noches cántame,
cántame como yo quiero
y mírame, y mírame.
Pasando por una
calle,
te contemplé en tu hamaquero,
chiquita como un jilguero,
pequeño lirio del valle.
Tus ojos, bajo
esas cejas,
son un resol mañanero,
dos diamantes entre rejas,
dos joyas en su alhajero.
Si este cariño
no esquivas
y me miras sin sonrojo,
se irán tiñendo tus ojos
de un color de siemprevivas.
Palomita, mi
lucero,
por las noches cántame,
cántame como yo quiero
y mírame, y mírame.
Me dijo que
no
(cielito)
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Al verla venir
el cielo se abrió,
le pregunté el nombre,
me dijo que no;
si adonde vivía
y me lo negó;
le acerqué una rosa
y un clavel punzó,
le miré a los ojos,
me dijo que no.
Cielito, cielo y
más cielo,
cielito de andar y andar,
cielito de mi desvelo,
cielito del Paraguay.
La besé de
pronto,
y se me alejó,
vestidito blanco
de color de albor,
andar de paloma
que apenas voló;
le dije dos cosas
y se sorprendió,
le acerqué la cara,
me dijo que no.
Cielito, cielo
que sí,
cielito, cielo que no,
cielo de una luna esquiva
que una noche me alumbró.
Le indiqué un
camino,
me dijo que no;
le pedí el tesoro
que siempre escondió,
le pedí rogando,
le ofrecí una flor,
me acerqué cantando,
le conté mi amor,
me acerqué a sus labios,
me dijo que no.
Cielito de mis
amores,
de mis horas de cantar,
cielo de siete colores,
cielito del Paraguay.
Las coplas
del caminante
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Andando siguen
los astros
por caminos de esplendor;
el cantar del caminante
sigue un rumbo más veloz.
Huellas hundidas
en piedra
ya no se borran jamás,
las huellas de tu mirar
nunca se me borrarán.
Cantar de
caminante
es cantar hondo,
como luna en el pozo,
brillando al fondo.
La melodía del
viento
no se suele detener;
no se detienen tampoco
los vientos de mi querer.
Las estrellitas
viajeras
con los viajeros se van,
luceritos de tus ojos
a mí me acompañarán.
Las coplas
solitarias
del caminante,
pasan como las aves
y van delante.
Cantar de
caminante
es cantar hondo,
como luna en el pozo,
brillando al fondo.
En la noche
callada
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Robaste mi
corazón
en la noche callada,
y ahora lo devuelves
como si nada.
Me alejé de tu lado
al despuntar el alba,
con un puñal oscuro
hiriéndome la espalda.
Solo yo con la noche
y mi pobre guitarra,
rondando por el patio
de tu desierta casa.
Todo estaba en silencio
detrás de tu ventana;
la antigua indiferencia,
solo yo adivinaba.
Yo y la noche, callados;
la noche, con mis ansias;
yo con la noche sola,
tendida sobre mi alma.
Robaste mi corazón,
en la noche callada,
y ahora lo devuelves
cómo si fuera nada.
Cielito de la
perdida
(cielito)
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Cielito, cielito
y cielo,
cielito del mal de amor,
cielito de la perdida
que perdió su corazón.
En la alta
madrugada
bajó por el jardín,
y allí un jinete oculto
la alzó como una flor,
un forastero errante
con poncho de color.
Cielito, cielito
y cielo,
cielito del mal de amor,
cielito de la perdida
que perdió su corazón.
Un forastero
errante
con poncho de color,
la llevó por el viento
que la suele arrullar
cuando queman sus ojos
brasas de enamorar.
Cielito, cielito
y cielo,
cielito del mal de amor,
cielito de la perdida
que perdió su corazón.
En la alta madrugada
bajó por el jardín,
ceñida a su jinete
con el primer albor,
tiene fuego en los pechos
dos magnolias de amor.
Cielito, cielito
y cielo,
cielito del mal de amor,
cielito de la perdida
que perdió su corazón.
Junto al río
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Si ves que
atraviesa el río
las praderas florecidas,
no pasees junto al agua
que puede llevarte un día.
Y si te llevara
el río
que se desliza en los prados,
no sé dónde iré a encontrarte
hecho un remanso callado.
Corazón: no te
impacientes por ver el río,
donde hay camalotes verdes con mucho frío.
Si me zambullo
en las aguas
que te llevaron consigo,
rescataré de sus fondos
tus dos ojos que eran míos.
Hecho un remanso
callado,
penetraría en el río,
buscando en tu cabellera
lo que siempre fuera mío.
Corazón: no te
impacientes por las orillas,
que allí las aguas profundas te llevarían.
No te acerques tanto al río,
que puede arrastrarte un día.
Nuestro andar
es ligero
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Nuestro andar es
ligero,
va raudo por allí,
en una alfombra mágica
color de colibrí,
por un bosque aromado
de naranja inverniz,
trajinando los astros
en el cielo de abril.
Vamos ya
donde anida,
distraída,
la escondida,
la perdida,
la querida
libertad.
Nuestro andar es
ligero,
no se sabe por qué,
sobre una alfombra mágica
cruza el amanecer,
se interna en la intemperie
con ansias de ascender,
arde por los caminos
y avanza sin ceder.
Vamos ya
por la orilla,
en la gramilla,
donde brilla
en su semilla
la sencilla
libertad.
Nuestro andar es
ligero,
cielo y... suelo pasó,
sobre una alfombra mágica
se estremece de ardor,
aparta los colores
donde yace el albor,
y sobre los senderos
se erige vencedor.
Vamos ya
donde anida,
distraída,
la escondida,
la perdida,
la querida
libertad.
Con botas de
siete leguas
(cielito)
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Vi andar un
caballo blanco,
un alazán y otro moro,
por las llanuras de oro
con una hoguera en los flancos.
Vi ríos de
orilla a orilla,
horizontes y horizontes,
pisé tierras, pasé montes,
con ojos de maravilla.
Cielito de andar
sin fin
y de caminar sin tregua,
con botas de siete leguas
y con saltos de andarín.
Vi la miseria en
la gente,
masticar un pan salobre,
vi llevar al pueblo pobre
la negra sombra en la frente.
Vi también
reverdecer
en los pueblos la pasión
de hallar la liberación
con voluntad de vencer.
Cielito, cielo
que no,
cielito, cielo que si,
Con botas de siete leguas
todo el mundo recorrí.
Miré a otros
pueblos vivir
y a su sangre fulgurar,
banderas vi flamear
con vientos de porvenir.
Crucé comarcas,
viví
los momentos de ascensión
de pueblos en redención
y otras tantas cosas vi.
¡Cielito de
andar el suelo
de un confín a otro confín,
cantando con un violín
y volando por el cielo!.
Si la tierra
fuera mía
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Si la tierra
fuera mía,
me fuera con ella a andar,
con ella, como una moza,
me pondría a conversar,
con la tierra, siendo mía,
y no de ajeno mirar.
Mía la tierra,
tal vez cantara
por ser querida,
tal vez llorara
por ser amada.
Con una flor
amarilla
de los campos, al pasar
la pondría sobre el pecho
como quien va a enamorar,
pondría la tierra toda
sobre mi pecho al cantar,
al retozar en mi tierra,
y al volvernos a encontrar.
Mía la flor,
por aromada
tal vez sangrara,
tal vez llorara,
tal vez cantara.
Suerte de tener
la tierra
para soñar y sembrar,
suerte de la tierra misma
de tener a quien cuidar,
de tener hijos fecundos
con quien poder soñar,
varones que tengan tierra,
que la pueden fecundar.
Mía la tierra,
tal vez cantara
por ser querida,
tal vez llorara
por ser amada.
Se echaría a
volar
Letra: Elvio
Romero
Música: Enrique Llopis
Gallarda entre
los hombres,
mi guitarra es así;
la extiendo en una manta de fibras carmesí
la he cubierto de flores
y aromas de alhelí,
tiene clavijas de oro
y es de color de abril.
Va con un poncho
a rayas,
cruza la multitud,
en un claro de selvas
puntea su inquietud
se mezcla con el pueblo
donde irradia su luz,
recorriendo la patria
con la estrella del sur.
Se echaría a
volar, como las aves,
temblar, caer, subir al firmamento,
gozar, sufrir, sonora sobre el viento,
sentir, llorar con un cantar muy suave.
Gallarda es mi
guitarra,
de la gente es su andar,
se levanta al lucero,
piensa en la libertad,
buscando la alborada
no se puede callar,
sabe que se la escucha
y es libre su cantar.
De los
pequeños pueblos
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
Mirando el
cielo,
el anciano piensa todos se han ido,
y este pueblito que en otros tiempos fuera un bergel,
no tiene más aquella alegría de los domingos,
quien sabe donde se la ha llevado el último tren.
La vida pasa sin detenerse, por el camino,
es tan distinto esperar ahora el atardecer,
se acuerda de antes cuando se iba con los amigos,
a ver las niñas engalanadas en el andén.
Ay, es tan
cierto su recuerdo,
que hasta cree oír de pronto
que a lo lejos vuelve el tren,
La calesita dando vueltas
y sus hijos festejando de la mano de Raquel.
El tren traía,
pero llevaba también la vida,
por eso entera se fue la vida con ese tren,
que aquella tarde pasó de largo,
dejando a todos engalanados
y sin visitas en el andén.
Las vías corren hoy silenciosas y sin destino,
la campanita no canta más al atardecer,
el pueblo ahora parece un niño que se ha perdido,
huérfano y triste, de soledad va muriéndose.
Ay, lo despierta
suavemente,
con un beso breve y manso,
la ternura de Raquel.
Ay, deja el banco de la plaza
y de su brazo vuelve a casa,
ya ha empezado a anochecer.
La vida pasa sin
detenerse por el camino.
Somos del sur
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
Somos del sur,
de la esperanza hermano,
del sur del día, de la flor, del viento,
del sur americano, de la suerte,
del sur enamorado e insurrecto.
Somos del sur de
la canción y el llanto,
del sur de la alegría y de los sueños
es siempre sur nuestro dolor quebrado,
y siempre sur es nuestro pensamiento.
Y sur adentro de
este amor me planto
y sur afuera de este amor me muero,
me grita el sur la libertad hermano
y yo le creo, una vez más le creo.
Del sur venimos
y hacia el sur nos vamos,
porque es del sur eternamente nuestro
este clamor de sangre, fuego y canto
que se nos clava en la mitad del pecho.
Somos del sur,
hermano, del coraje,
del sur del alma, la pasión, el cielo,
del sur que duele como nunca blanco
en cada nombre escrito en los pañuelos.
Breve
historia del pecoso
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
La noche suele
encontrarte,
junto a los tachos, por los andenes,
a veces trae una estrella
que tiritando se te parece.
El duro fajo de diarios
sirve de apoyo cuando te duermes,
una pandilla de hermanos
te da la calle constantemente.
Y cuando el día en puntitas viene
te pilla yéndote de los trenes.
Te despertó como siempre, justo
cuando el vagón empezó a moverse.
Cruzaste al bar de la esquina
con unas cuantas monedas,
por la vidriera ya viste
que están el Moncho y Balbuena.
Ayer te dijo un
fulano
que a tu papá lo soltaron
y que te anduvo buscando
por las casitas del barrio.
La soledad de la
calle
te pesa mucho cuando anochece,
a veces tiene una cara
que ni te cuento, como de muerte.
Todos los diarios que vendes
tienen palabras que no comprendes,
pero que hablan de broncas,
dijo el Paulino que es el que lee.
En plaza Italia
paraste un rato
con el Jacinto y el loco Pepe,
esa señora que cuida gatos,
suele comprarte el diario a veces.
Recitado
Una pandilla de hermanos te da la calle y los quieres...
¡Que lindo fuera que un día mejoren todos su suerte!
Polaco, dale Polaco,
tirale el pelo a la Nieves,
con ese grito que escapas
de lo que pensando sientes.
La ciudad calles
abajo,
enorme y turbia se vuelve,
la luna, sobre los charcos
de los suburbios florece.
Y cuando el día
en puntitas viene
te pilla yéndote de los trenes,
te despertó, como siempre
justo cuando el vagón comenzó a moverse.
El país del
interior
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
Mi abuelo me
dijo un día
que si canto mi canción
y voy lo que le pasa al país del interior,
habré de cantar por todos
y así sirve mi canción,
ya hay muchos que solo cantan
al paisaje y al amor.
El país de la
gente nuestra
el que somos vos y yo,
el país ceniciento y puro,
de sencillo corazón,
el país que se queda solo
como un niño sin amor,
el que siempre se muere de hambre
si trabaja de peón.
El país que a pesar de todo
ni la muerte silenció,
ese que desaparecieron
pero nunca se rindió,
el que tuvo un abuelo gringo
que llegó y se arremangó
y que tuvo otro abuelo indio
que jamás se resignó.
El país que te
estoy diciendo,
el que aún puede ser canción,
el que ahora por chamarrita
voy cantando en Mi mayor.
El país que
parimos juntos,
el país del interior,
el país del señor de enfrente,
del vecino servidor,
el país por el que ahora vamos
otra vez buscándonos,
el país que mira hacia adentro,
el que somos vos y yo.
Gringo no te
calles todavía
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
Cuando el gringo
con su paso lento
se acercaba a los demás
y cantaba su canción de lejos,
más de uno vi llorar.
En sus ojos la celeste herida
de Polonia sin cerrar
les dolía tanto como el día
que llegaron de ultramar.
Y cuando el gringo comenzaba el baile
comenzaban el ritual,
cada golpe de la pandereta
grito a grito hacían notar.
Gringo no te
calles todavía, le decían los polacos,
gringo dale con la pandereta, canta solo una vez más.
El más viejo en
una silla baja
como herido en la mitad, mascullaba
su tristeza lejos del clamor de los demás,
en el fondo de la pista estaban
las mujeres sin hablar,
se envolvían con sus pañoletas
hamacándose al compás.
Y los niños como si entendieran
las razones del ritual, con respeto
y sigilosamente se acercaban a mirar
Gringo no te
calles todavía, te lo piden tus paisanos,
gringo dale con la pandereta, te queremos ver bailar.
Tarde ya,
acercaban una mesa
hasta el centro del lugar,
para que a ella se subiera el gringo
con un salto al terminar y después,
como si les pesara cuerpo y alma
en el andar, regresaban hasta sus mujeres
que seguían sin hablar, y bebían
empinando el codo de una vez
hasta el final, como si alguien
les cortara el hilo no volvían a bailar.
Gringo no te
calles todavía, le decían los polacos,
gringo dale con la pandereta, canta solo una vez más.
Bailar de esa
manera
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
Los hombres y
mujeres en la pista
se abrazan sonriendo mientras danzan
la Mirta con la flor en los cabellos,
el Beto de camisa bien planchada.
Don Cosme y la Raquel y los Ramírez,
el maestro el verdulero y la marchanta,
y vieran a las López que elegantes
las dulces solteronas nunca faltan.
El Pancho
bicheándole a la Elvira,
la viuda de pollera roja y blanca
y Elfidio y la Isabel que ni se miran
y el cura que se vino sin sotana.
El baile se desborda de alegría,
saludos, sonrisitas, piropeadas,
Manuel y Concepción enamorados,
tropiezan por mirarse mientras bailan.
Ardiente chamamé
cortando el aire
les deja refucilos en el alma,
el médico el peón la peluquera,
mezclándose en la pista se desatan
Livianamente va la melodía
subiendo de los pies a la garganta
mañana pensarán en otra cosa
ahora por sentirse vivos bailan.
La orquesta saca
chispas a sus fuelles,
los firmes guitarreros se entusiasman
y a veces los cantores desafinan
heridos de inocencia y caña blanca.
Bailar de esa manera los domingos,
les sirve para toda la semana,
la gente de los pueblos tan pequeños
olvidan solo así lo que le falta.
Si tengo que
elegir
Letra: Teresa
Parodi
Música: Enrique Llopis
Si tengo que
elegir, elijo el modo
de soñar que teníamos entonces,
el coraje inocente con que fuimos
capaces de vivir con ilusiones.
Insolentes y
nuevos y feroces,
convencidos que el alma no se rinde,
construíamos ávidos de todo,
los amores, las luchas, lo imposible.
Y podíamos ver
con clara forma
el futuro del mundo que queríamos,
nos movía el amor a los iguales,
nos movían las ganas que teníamos.
Yo prefiero esa
rosa alucinada
que solía sangrarnos en el pecho,
y prefiero esa suerte de ironía
con que fuimos quijotes e insurrectos.
Si tengo que
elegir, elijo el resto
de ternura que guardo en la mirada,
para darte de mí lo que más quiero:
este fuego, esta copla, esta guitarra...
Esta sangre
furiosa que te entrego,
por que te amo país, con todo el alma,
si tengo que elegir elijo un verso,
que te nombre por mí, cuando me vaya.
Rita Desnuda
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Cuando dan las
doce Rita se desnuda
ante parroquianos de mirada oscura
stripe-tease ingenuo, casi de entrecasa,
en el cabaret que esta en la bajada.
Rita hace lo
mismo desde hace mil años,
un ritual que empieza con vestido largo
y termina siempre en traje de Eva,
ese que descubre las partes pudendas.
Tiene
admiradores de toda calaña,
jóvenes que estrenan la primera farra,
maduros galanes del año cuarenta
y algún viejo verde de manos inquietas.
Ninguno conoce
su viejo pasado,
para ellos es solo un cuerpo gastado,
una boca roja sonriendo en las sombras
con ésa sonrisas que tienen las gordas.
Por eso se mueve
desnuda y enorme
entre los deseos de todos los hombres,
Rita esta viviendo su porción de vida,
peleando a mordiscos por sobrevivirla.
Cuando dan las
doce Rita se desnuda
ante parroquianos de mirada oscura,
maduros galanes del año cuarenta
y algún viejo verde de manos inquietas.
Cuando dan las
doce Rita se desnuda
ante parroquianos de mirada oscura,
tiene ojos que han visto todo lo visible,
a veces alegres, casi siempre tristes.
Soñando a
solas
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Se lo juro
señora
que me quedé con ganas,
usted usted se fue de pronto,
sin avisarme nada.
A lo mejor quien sabe,
para siempre cansada
de buscar sin hallarlo
alguien que bien la amara.
Que lindo
hubiera sido
que usted me acompañara,
para cantar a dúo
las cosas que cantaba.
Y que al final del canto
usted me regalara
esa sonrisa joven
que andaba por su cara.
Que lindo
hubiera sido
bailarnos una cueca,
emborracharnos juntos
hasta perder la cuenta
y volver por las noches
abrazados y a tientas,
esquivando la trampa
mortal de las acequias.
Recitado
Que lindo hubiera sido cantar en las cantinas,
los dos entre esa gente que tango la quería
y andar entre alamedas cuando llega el rocío,
los dos soñando a solas, su corazón y el mío.
Se lo juro
señora
que me quedé con ganas
usted se fue de pronto
sin avisarme nada.
Y yo quedé muy sólo,
sin poder abrazarla
y decirle la quiero:
dulce Violeta Parra.
Abuelo
carpintero
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Mi abuelo se
llamaba con nombre carpintero,
tenía el oficio lento del que mira hacia dentro.
Le andaba por los dedos las vetas del olvido,
la sombra de un lapacho, la soledad de un pino.
Y con manos
nudosas, con nudos de madera,
hizo un día la mesa de la cena hogareña,
la cuna, el banco largo,
las puertas de la casa y una tarde
el asombro de una dulce guitarra.
Mi abuelo se
llamaba con nombre carpintero,
tenía los ojos claros como el lejano cielo.
La barba de viruta florecía en el verano
porque era como un árbol, con corazón de pájaro.
Posdata
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Hoy te pido tan
solo una palabra,
entre tanta palabra desgastada,
una señal de amor entre las sombras,
una sonrisa en medio de la cólera.
Un poco de calor por que hace frío
y está lejos aún la primavera
y soñamos con sueños imposibles
y nos carcome el odio y la impaciencia.
¿Adónde voy a ir sin tu palabra?
¿Adónde voy a ir sin tu sonrisa?
El tiempo viene con su prisa
y hay que andar a su lado.
Hoy te pido tan
solo una sonrisa
entre tanta sonrisa postergada,
porque quiero saber de donde vienen
los pájaros que vienen con el alba.
Y que color les despintó las alas
y los dejó sin trino, ni morada.
¡Está naciendo amor un nuevo día
y anda la luz buscando la esperanza!
¿Adónde voy a ir
sin tu palabra?
¿Adónde voy a ir sin tu sonrisa?
El tiempo viene con su prisa
quiero andar a tu lado.
La vida
verdadera
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Él vivía en un
barrio como todos,
una plaza una iglesia un mercadito,
se levantaba siempre con el alba
y un cansancio infinito.
La vida era costumbre conocida,
el trabajo, el amor y la tristeza
de saber que tan solo le quedaban
las esperanzas viejas.
A la luz de una
noche silenciosa
él se acostaba con su vida entera:
mañana quien lo sabe, se decía,
empezará la vida verdadera.
Él vivía en un
barrio como todos,
en una casa como cualquier otra,
con un jardín de flores pobrecitas
y una vereda rota.
La realidad estaba sin embargo
acechando a la vuelta de una esquina,
para dejarlo con la risa a cuestas
y las manos vacías.
La propia
vida
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Yo le dije una
tarde,
ella no me creía:
voy a tardar muy poco es tan corta la vida.
En un rincón sonaba una canción antigua.
Yo le dije una
tarde,
ella no lo esperaba:
recordaré tu nombre, la luz de tu mirada.
En un rincón se oía una voz olvidada.
Yo le dije una
tarde,
ella no lo sabía:
Hay que cambiar el mundo y ha de llegar el día.
En un rincón sonaba una canción antigua.
Tardé mucho en
el viaje
y olvide su mirada,
su nombre y esa tarde de la última charla.
No cambié nada el mundo
y perdí mucha vida,
amigos, ilusiones, historia conocida.
En un rincón,
oculta la canción repetía:
Aún es tiempo de todo menos de despedidas,
hay que cambiar el mundo y ha de llegar el día.
Sobre tu voz que canta cantará la alegría.
La leyenda de
Rosario
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Hay ciudades con
historias y ciudades nada más,
unas miran adelante, otras viven hacia atrás.
Yo vengo de una modesta donde nadie piensa mal,
ciudad con un solo vicio: el diario La Capital.
Fue una ciudad
siempre mansa
donde nunca hubo batallas,
salvo los fieros combates
de leprosos y canallas.
Con un puerto de leyenda
donde se sigue embarcando
y túneles escondidos
para pasar contrabando.
Ciudad de
Fontanarrosa,
negro con cara de moro
que gano fama en el mundo
dibujando un Inodoro.
Ciudad de Fito y Baglietto
que armaron un tole-tole,
al que agregaron lo suyo
Abonizzio y Fandermole.
Fue una ciudad
de caudillos
que rezaban el rosario,
pero buscaban sus votos
en barrios prostibularios.
Ciudad que tiene mujeres
en desigual proporción,
lo que mantiene a sus hombres
en crisis de excitación.
Ciudad de
gringos abuelos
de comercial eficiencia
a la que cuida con celo
la liga de la decencia.
Ciudad con un Monumento
lleno de lujo y detalles
y otros cuantos monumentos
que caminan por las calles.
Ciudad que de
vez en cuando
se fabrica un carnaval
con el oro y los azules
del gran Rosario Central.
Ciudad de sábados largos
con baile, trasnoche y pizza
y parejas empeñadas
en poblar el parque Urquiza.
Ciudad de pobre
pasado
al que guarda con amor
tan pobre que no se acuerda
del nombre del fundador.
Ciudad que una vez cansada
de irse con su juego al mazo,
inventó un serio festejo:
el célebre Rosariazo.
Hay ciudades con historias
y otras con historias locas
cada cual cante la suya
yo cante la que me toca.
Memorias del
lugar
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Vengo de una
ciudad cerca de un río,
que ni del fundador se acuerda ahora.
una ciudad frugal, trabajadora,
que encontró su ilusión en un baldío.
Vengo de una
ciudad de mate amargo,
y antiguas huelgas de los años 20,
dónde nada sucede de repente
y la historia pasó siempre de largo.
Vengo de una
ciudad que tiene todo,
pero que piensa que no tiene nada...
Una ciudad para quererla siempre,
como se quiere a una enamorada.
Vengo de una
ciudad desconocida,
donde se sueña solo los domingos.
Una ciudad con nombre de muchacha,
una ciudad con corazón de gringo.
Un hombre
apenas
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Tuvo apenas dos
ojos abiertos hacia el mundo,
y una sonrisa como el cielo de enero
y a veces ese modo de sentirse viviendo
y unas ganas tremendas de nacer con los hijos.
Vaya a saber de
donde le venía a este hombre,
ese modo tan suyo de ser tan solo un hombre,
y que sueños acaso habrá soñado a solas,
cuando la noche llega sonámbula y callada.
¿Habrá sentido
acaso de repente
crecer adentro suyo como un fuego?
¿ Esa certeza de saber que un día
estallará la vida cerca nuestro?
Tuvo apenas dos
manos
como dos certidumbres
y una historia secreta olvidada en andenes
y se sintió mil veces parte del universo
y supo que la historia no se escribe en silencio.
Vaya saber de
donde le venía a este hombre,
la certeza profunda de saberse infinito,
repetida mil veces su voz y su esperanza,
como un canto que cubre los días de la tierra.
Vaya a saber de
donde le venía a este hombre,
ese modo tan suyo de ser tan solo un hombre.
De mi ciudad,
recuerdo
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
De mi ciudad
recuerdo muchas cosas,
un parque en dependencia de sus rosas,
una banda que toca sin atriles
y el olor cada vez más espaciado
del asado de algunos albañiles.
De mi ciudad
recuerdo mucha vida,
un truco en una mesa compartida,
una calle con un nombre de almirante
y ese olor veraniego de glicinas
de una esquina con ronda y vigilante.
Por que así es
mi ciudad, como una amiga,
mezcla rara de amada y de mendiga,
por que así es mi ciudad, la recordada,
para quererla al fin al todo o nada.
De mi ciudad
conservo casi nada,
un nombre de mujer enamorada,
el sonido borroso de una orquesta
y un dolor persistente en el costado,
empecinado como una protesta.
De mi ciudad
conservo casi todo,
una razón de ser, un buen apodo,
las ganas de volver que traigo
y llevo y la certeza de saber que un día
con su alegría naceré de nuevo.
Vivir es lo
que pido
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Un país para
soñar,
libertad en libre vuelo,
aquí en este mismo suelo
donde eligiera vivir,
y donde quiero morir
como mi padre y mi abuelo.
Te soñé mil
veces de cara al sol
oyendo en el aire tu antigua voz,
te soñé mil veces hasta entregar mi corazón.
Te soñé mil
veces hasta llorar
y te vi distinto de tan igual,
te soñé cantando y te vi morir, al despertar.
Te soñé mil
veces lejos de aquí
y eras siempre el mismo,
ese país que me dio este canto
y al que daría todo de mí.
Ay que soñar no
cuesta,
vivir es lo que te pido país
para verte libre en mi voz.
Te soñé mil
veces y una vez más,
uno entre la gente de este lugar,
te soñé muy mío para aliviar tu soledad.
Te soñé mil
veces lejos de aquí
y eras siempre el mismo,
ese país que me dio este canto
y al que daría todo de mí.
Un país para
soñar libertad en libre vuelo,
aquí en este mismo suelo donde eligiera vivir,
y donde quiero morir como mi padre y mi abuelo.
Un país para vivir la esperanza compartida,
cerrando la vieja herida de la sangre y el dolor,
para cantarle al amor, que nos devuelve la vida.
Para salvar
la primavera
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
La primavera
viene, te lo digo,
en medio del silencio despacito,
la primavera con su sol amigo
y su verde infinito.
Viene sin golondrinas, apenada
y empobrecida por el largo viaje,
la tristeza le come la mirada
y le oscurece el traje.
Pero que importa si es un espejismo,
hay que esperar lo mismo su llegada,
aunque se haya quedado así de corta,
de tanto andar al borde del abismo.
La primavera
viene mal herida
y hay que salvar su vida.
La primavera es
nuestra por derecho,
tan frágil como el sueño que nos queda,
hay que salvar su corazón desecho
bajo el pecho de seda.
El negro Paz
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Tenía nada más
que veinte años
y siglos de tambores allá lejos,
lo escuchaban apenas unos viejos
y borrachos al borde del estaño.
Él cantaba
milongas y candombes
con una voz oscura, guitarrera,
y andaba con su sueño en bandolera,
con el aire apaleado de los pobres.
El negro Paz,
que negro prepotente,
soñaba con un mundo diferente.
El negro Paz de
voz aguardentosa,
aprendió con el tiempo mucha vida
y cambió su milonga repetida
por alguna verdad de Zitarrosa.
Salió a la calle
con la morenada,
en la llamada de los carnavales,
bailaban a su son bienes y males,
en medio de la noche iluminada.
El negro Paz,
que negro prepotente,
soñaba con un mundo diferente.
Trabajó con
la estiba,
madrugando en un puerto de drama y de sirenas,
y tuvo tiempo para la morena
que allá en el cerro estaba enamorando.
El negro Paz lo supo de repente:
la muerte andaba suelta, con permiso,
vio las manchas creciendo sobre el piso
de esa ciudad que se quedó sin gente.
El negro Paz, en
medio del mareo
de algunas noches de tambores largos
presintió muertes y años muy amargos,
en aquella su gris Montevideo.
El negro Paz,
del corazón abierto,
anda en otros boliches todavía,
su voz canta otra ronca melodía,
no hay que olvidar la sangre de los muertos.
El negro Paz,
que negro prepotente,
sigue soñando un mundo diferente.
Réquiem para
el Rey Alfonso
Letra: Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Tenía alma de
poeta y ojos de chico
y por más de veinte años fue el Rey Momo
de todos los carnavales de mi ciudad...
Así te recuerdo ahora, Alfonso Alonso Aragón, rey sin reinado
Cruzabas el
corso sobre una carroza
con la tapa añeja bordada de rosas
y un aire indefenso de mago cansado
que llora su drama de rey sin reinado.
Andaba tu
asombro por los carnavales
como un buen remedio de todos los males,
repartiendo versos de rima gastadas,
por parques desiertos y olvidadas plazas.
Ay, ay, ay Rey
Alfonso,
que sonso se ha quedado el carnaval.
Un rey Momo
triste, de ojos de criatura,
casi un Don Quijote de corta figura,
repartiendo dones de dicha mezquina,
con ecos de murgas y de serpentinas.
¿ Quien iba a
decirte rey de fantasía,
que tu reino vive libre todavía,
sin esa carroza de flores de trapo,
en la que remabas solo por un rato?
Ay, ay, ay rey
Alfonso,
que sonso se ha quedado el carnaval.
Reinaste en un
corso de luces opacas,
donde hay mascaritas que esconden la cara
y viejos payasos de boca infinita
para la sonrisa de tu bienvenida.
Un rey escondido
dentro de un poeta,
de larga melena, menguada chaqueta,
y ese don perdido de dar alegría
al que solo tiene penas en la vida.
Ay, ay, ay Rey
Alfonso, que sonso
se ha quedado el carnaval.....
Mi madre me
dijo un día
Letra Rafael
Ielpi
Música: Enrique Llopis
Mi madre me dijo
un día entre jabón y batea:
"habrás de hallar la alegría en medio de la pelea".
Mi madre experta en jaleas y artes de pastelería.
Afuera andaba la
vida, jugando a las escondidas.
Mi madre supo
saber cosas que yo no sabía,
como aquello de tener razón para la alegría,
mi madre que no tenía más de un modo de querer.
Afuera andaba la
vida, jugando a las escondidas.
Mi madre, quien
lo diría, tan frágil pero tan fuerte,
siempre le encontraba al día su poco de buena suerte,
mi madre que por la muerte, nunca tuvo simpatía.
Afuera andaba la
vida jugando a las escondidas.
Hablar claro
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Nos hicieron
conocer
la mentira y sus suburbios,
y supimos que así fue
desde que el mundo es el mundo.
Desde alambradas
de miedo
miramos pasar los años,
encerrados en la trampa
de engañar y de engañarnos.
La mentira se
pasea
con su disfraz de palabras,
solo un vacío de muerte
lleva entre el pecho y la espalda.
Y va dibujando
un tiempo
en contra del ser humano,
si aún estamos a tiempo habrá que parar la mano.
Y aprender y
aprender
un idioma distinto al de ayer
y tratar, y tratar,
de hablar de una vez clarito.
Despacito,
despacito,
nos iremos acordando
del sentido que tenía
el viejo vocabulario,
Al pan, pan y al
vino, vino,
mentiroso al mentiroso
y asesino al asesino.
Para empezar a
ordenar
tantos cajones revueltos,
para pagar tantas cuentas
que hace tiempo nos debemos.
Y empezar sin
medias tintas,
sin dobleces, ni rodeos,
a descubrirles las cartas
al buzón que nos vendieron.
La nueva risa
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Por donde la
madrugada se vuelve luz
asoma una risa nueva tras una cruz,
queriendo inundar el cielo
y a contrapelo de la maldad,
creciendo por las manzanas de la ciudad.
Como campanas, por la mañana
y en las ventanas de par en par,
como una brisa, por las cornisas,
la nueva risa quiere volar.
Los pibes en las
esquinas la ven correr,
detrás de cada cortina la quieren ver
jugando de boca en boca
borracha y loca de libertad,
cortando recuerdo tristes por la mitad.
No es la venganza, es la esperanza
con su balanza de claridad.
Es la alegría, que nos debía
un nuevo día, una verdad.
Su rumor de
cascabel,
su tañido de cristal,
nos salpicara la piel
como un dulce vendaval.
Después del daño y el desengaño
la nueva risa quiere brotar,
tras el espanto y el desencanto,
la risa nueva quiere estallar.
Viernes de
las mentiras
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Viernes era su
nombre, como aquel otro
náufrago en una isla de fantasía,
Viernes era su nombre, como el de Robinsón,
y llenaba mi pueblo con sus mentiras.
Dicen que de
purrete Viernes andaba
acariciando historias por los rincones,
desnudando misterios que siempre hallaba
en el secreto mundo de los cajones.
Después se fue viniendo largo de piernas,
pero siguió con cara de que me importa
y calzó con las botas de siete leguas
la mentira que tiene patitas cortas.
A la ronda,
ronda del diablo celoso,
que se lleva a los niños mentirosos.
Lo cierto es que
un buen día, viernes acaso,
la fecha de una historia no viene a cuento,
Viernes, el mentiroso, pasito a paso
alzó con sus mentiras un monumento.
Consiguió un viejo plano y un cofre viejo,
los enterró una noche cerca del monte,
y contó a todo el mundo su gran secreto:
yo descubrí el tesoro de Sobremonte.
Recitado
Y así voló la historia calle por calle
del Virrey perseguido por los ingleses,
que al pasar por mi pueblo
dejó escondida su virreinal fortuna, bajo las mieces.
Cuentan que le creyeron, por que hace tiempo
la mentira no estaba de última moda
y a mi pueblo llegaron de todas partes
como los comensales a una gran boda.
Y las bodas no fueron bodas de oro,
por que de un hondo pozo desenterraron
en lugar de las joyas y el gran tesoro,
un chiste de inocentes bajo candados.
Viernes se había
volado como una abeja,
para libar las mieles de su comedia,
hoy andará contando mentiras viejas,
a nietos que le creen, tan solo a medias.
A la ronda,
ronda del diablo jocoso,
que se lleva a los niños mentirosos.
No sé si era
feliz
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
No sé se era
feliz,
pero sabía que el mundo terminaba en la otra cuadra,
todos los recovecos de la siesta
me daban su cobijo y sus fantasmas.
Mi padre era tan
sabio como un libro,
mi madre era el auxilio de mis manos,
mi almohada era mi amante y mi enemigo,
en las confusas noches del verano.
No sé si era
feliz,
¿por que temía?
las sombras de mi cuarto me cercaban,
había un gran villano de once años
y viejos de la bolsa que rondaban,
pero había también un seis de enero,
el desván en la casa de mi abuela,
había un patio lleno de tesoros
y un baldío camino a la escuela.
No sé si era
feliz,
pero bastaba un pedazo de azul en la mañana,
una promesa a cambio de una notas
o fugarse a través de la ventana.
Algún día empecé
a tener recuerdos
y me dieron las llaves de mi casa,
una carta de amor cerró la puerta
y yo me quedé fuera de la infancia.
No sé si era
feliz,
pero que lejos...
No sé si era feliz,
pero que lástima.
El agua bajo
el puente
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Rosario,
septiembre de 1979
Te escribo
amigo mío para contarte,
que aunque los años pesan como gigantes,
tanta agua bajo el puente no me ha cambiado,
sigo siendo la misma persona de antes.
No me olvido del
mundo que imaginamos
En los años aquellos de adolescencia,
ya no existe esa flor que se abriera antaño,
pero guardo el perfume en mi conciencia.
Quiero contarte amigo, que aún ahora
me duele como propio el dolor ajeno,
y si algunas arrugas lleva mi cara,
no se arrugó mi alma y eso es lo bueno.
Sigo amando la
música y a Neruda,
el fútbol y las noches de cara el cielo,
no te voy a negar que he ganado mañas,
ni te voy a decir que no pierdo el pelo.
Más no es cierto que el tiempo
nos cambia el rumbo,
esa es la vieja excusa del derrotado,
la baraja se gasta, nadie lo niega,
pero conserva siempre los cuatro palos.
Recitado
A lo mejor te sirve saber que somos dos
que tiran del carro mano con mano,
siempre es bueno sentir que no estamos solos,
en un mundo perdido y a contramano.
Perdoname la
lata, la moralina
y el tonito zumbón de este catecismo,
pero estoy festejando con un amigo
la pequeña victoria de ser el mismo.
Te mando un gran abrazo, y espero carta
ya que la suerte quiso que estés lejano,
yo sigo siendo el mismo de aquellos tiempos
y me sigo acordando de vos hermano.
Humano y vivo
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Camino entre la
gente,
latigazos de sangre me surcan la cabeza,
siento que me acorrala de pronto la tristeza,
y mi pecho es campana de pesados latidos,
entre todas las cosas lo bueno es estar vivo.
Me siento frente
al río,
y unos ojos que pienso me dan su compañía,
miro el pasto aferrarse con ardor a la tierra,
siento el verde, los ojos y el río adentro mío,
entre todas las cosas lo bueno es estar vivo.
Converso con mi
amigo,
y escucho de sus labios historias de oficina,
miro como sus gestos escriben en el aire,
y juntos nos reímos de miedos compartidos,
entre todas las cosas lo bueno es estar vivo.
Me sumerjo en el
diario,
y siento a flor de tintas un fuego de volcanes,
vuelo a través de nombres, ciudades y mentiras,
hay un cielo queriendo escapar del olvido.
Y me pienso y me
río,
me canso y me enamoro,
dos caderas me llaman y mil ruidos me aturden,
la injusticia me mata,
tu voz me resucita,
la mente me sorprende con extrañas jugadas,
todo es inexplicable, todo tiene sentido.
Y siempre al fin
de cuentas es bueno despertarse,
saborear una lágrima, buscar un imposible,
sentirse humano y vivo.
Aquí estamos
cantando
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Aquí estamos,
hemos dado vuelto los bolsillos del alma
y no hay ni un cobre,
nos jugamos el resto a una esperanza
y no era cuestión de suerte,
intentamos un camino en el aire
sin sospechar jamás,
sin sospechar,
que el hombre llega a su destino
solo pisando firme.
Aquí estamos,
de pie sobre las ruinas,
sobremurientes pálidos
de un siglo desolado.
Aquí estamos
temblando
como un árbol al viento,
en el 79 donde es de noche y llueve.
Somos la astilla
errante
que se escapó del palo,
tenemos la nostalgia
por rumbo y estandarte.
Aquí estamos
ahora,
los pocos que quedamos,
mirándonos la nada,
huyendo a cualquier parte.
Creímos un final
colorín, colorado,
y al fin fue gris y basta no se nos dio el milagro.
Aquí estamos cantando,
por despistar silencios,
aquí los siete locos,
aquí los condenados,
aquí los que tuvimos
el destino en las manos,
aquí los que gritaban,
aquí los pobres gatos,
aquí juntando lágrimas
para una nueva risa,
con lo bueno y lo malo,
mírennos aquí estamos.
La cuentas de
Rosario
Letra: Juan
Carlos Muñiz
Música: Enrique Llopis
Como cuentas de
un rosario
se va enhebrando esta historia,
son los cuentos que contaron a mis padres mis abuelos
al principio fueron hombres trabajando bajo el cielo,
sobreviviendo la vida, con amores y fatigas,
para dar luz a un pueblo.
Otra cuenta del
rosario, para saber un río,
y esos campos que febrero va vistiendo de amarillo,
unas casas, una plaza y de pronto alguna esquina
donde respirar el aire, que se abraza por el talle
perfumado de una niña.
Un Rosario que
ha crecido reflejándose en la luna,
una cara iluminada y otra cara siempre oscura,
eso pasa desde siempre porque siempre son vecinas
la esperanza y la amargura,
son las cuentas del rosario,
muchas manos que se suman.
Una cuenta y otra cuenta,
y esta historia continúa,
en el humo de un asado,
o en el sol de una tribuna,
en la siesta de Arroyito,
en el Parque, en La Florida,
en el puerto o en las islas,
o en la voz de los amigos que construyen el destino.
Esa voz que va conmigo endulzando mi camino.
Por tus dos
años
Letra: Cristina
Fabiano
Música: Enrique Llopis
Por tus dos años
vuelvo
caminando despacio,
tu asombro me detiene
frente al dulce milagro
de la flor y del ave,
de aquel avión que pasa
y al que tiendes la mano,
adiós, adiós, buen viaje.
Por tus dos años
nuevos
se detiene mi tiempo,
corramos esa nube,
encerremos el viento,
contemos las estrellas
que guiñan en el cielo,
por tus dos años vuelven
los días que se fueron.
Mamá no sabe
como,
milagro pequeñito,
le has puesto ante los ojos
todo este mundo nuevo.
Sepamos que las
sombras
realmente son duendes
que salen por las noches
a jugar con el viento,
que es posible bañarse
de luna en cualquier charco,
si las manos son nuevas
y el corazón es manso.
Una señorita
en la caja de música
Letra: Jorge
Boccanera
Música: Enrique Llopis
El rostro que
dejó
olas de encaje en tu rubor,
paso corriendo por tus labios
y desapareció
y hoy cultivás bajo la piel
esas navajas de papel, sin para qué.
Vas a representar,
con tus navajas de estación
un triste escándalo de sombras
bailando en un rincón.
En las hilachas de tu voz
vive el dibujo de un amor, áspero y cruel.
Recitado
A la soledad hay que cruzarla a nado
y es tan difícil hacer pié en los escombros de la noche,
hay que atrapar a la otra orilla, al otro cielo.
A la soledad hay que cruzarla a nado.
Remando sola en
tu almohadón,
tras la vitrina del rencor,
te dormirás.
Afuera hay besos de carbón
y fogoneros del amor que hacen temblar.
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